Cuando los poetas aman ir por el mandado
Dicen otros que es el día de la poesía...
Yo he olvidado tanto los poemas cómo las flores, pero aquí en el pecho también va pasando el chubasco... He logrado por días olvidar las tardes lluviosas y frías en que invocaba las lágrimas como la única tinta de mi pluma.
He logrado volar más ligero aunque más cerca del horizonte, he logrado agradecer el tiempo que tengo mientras la colita de mi perro sigue batiéndose de felicidad.
Mi último poema era una oración, mi última poesía era una plegaria, por mi, por mi familia y por mi perrito, pero estos días se me ha antojado vivir en el milagro y cerrar por un momento los ojos al miedo... Veo sus pasos y me recuerdan que todo aquello que cubre la vida es el más grande fenómeno sobrenatural, no tengo ya poemas en mis manos, ni metáforas por plasmar, mientras en cambio se llenan los platos por lavar, oficios por hacer y muchos dibujos por sanar, este es mi bien ahora, lejos de la musicalidad de la bohemia, de la gran factura de los versos alados, pero cerquita el corazón de la sencillez...
Y no crean, aún sigo viendo y disfrutando ver los días con los ojos del bello arte de matizar la rutina, cuando tenga tiempo volveré de vez en mes a mi lugar seguro entre mis hojas de papel rayado, pero por ahora seré una poeta que lava ropa, una poeta que va por la compra, una poeta que se enamora de ir a comprar el mercado y ver en su perrito el agradecimiento de la mera existencia de cada instante...
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