Firmamento

 


Hace días escribí un poema que hablaba sobre el amor al tiempo... No sobre ese amor que siempre siento sobre la calma de la permanencia que me permite llenarlo todo de pensamientos, sino sobre esa ilusión del comenzar de nuevo, sobre esos nuevos rumbos que despiertan y sobre realizar eso que tanto anhelamos este tiempo, soñamos con cruzar esos paisajes natales que veíamos en los vídeos y con volver a abrazarnos...

Imaginamos que el tiempo de volver era corto, aunque sabíamos que más allá de toda acción siempre sería Dios quien lleva nuestros pasos y el dueño último de todas las posibilidades de la vida.

Pensé que ese abrazo que nos daríamos estaría intacto, pero quiero pensar que todas esas partes que hoy nos faltan quizá han vuelto al lugar al que pertenecen, han vuelto al cielo, a una existencia libre de todas las ataduras materiales del mundo, de todos los dolores, de todos los actos, las elecciones y las limitaciones.

El alma es algo tan onírico, tan inconmensurable, que quizá está destinado a ocupar la vida como un sueño por el cual viaja y aprende para al fin llegar de nuevo con su creador, somos pequeños como un ser pero al tiempo grandes como un gigante cuándo nuestro andar fluye en el universo.

Todo lo que existe en esta tierra sin nuestra intervención es en cierto modo finito y en una sutil manera eterno, las semillas crecen y dan lugar a frutos y hojas que al caer nutren de nuevo el suelo que dará lugar a nuevas plantas... Hasta el metal se oxida cuándo está en la interperie, todo cambia o se transforma, incluso el frío que trae la lluvia también se convierte en alimento y las estaciones traen consigo finales y comienzos,cómo la noche que precede al día. En lo cálido del verano, en la nostalgia del otoño, entre lo complejo de este invierno y la esperanza que florecerá en la primavera. 

Somos parte de un plan más grande y así navega por lugares nuestro corazón:

Entre el sueño del amor,

entre lo inmenso de la belleza del universo,

entre lo impermanente del mundo

y lo eterno del firmamento.

Quiero pensar que ese abrazo aún llegará en nuestras oraciones y en honrar la vida que hoy nos es dada como un regalo que debemos cuidar.

Porque quizá ni siquiera nosotros mismos logremos entender lo inmenso que es despertar y poder aún hacer del cielo nuestro abrigo... 

Vuela alto abuelita Pastora. 

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