Carta a mis miedos, domingo

Parecen el sol de la tarde en un día oscuro, con pequeñas ventanas que claran al azar, cómo un ruido que se salta en medio del intento por escuchar los propios pensamientos, una bruma entre vaivén que no ceza ni se aleja. 

Ojalá definiendo todos los matices pudiéramos transferir al papel todos los laberintos que se van quedando rezagados en el corazón, para poder desenredarlos.

Sonido de asuntos pendientes, noción de todo eso que no tiene una fórmula para hacerse, a veces se disfrazan de angustia y otras de aburrimiento, hay días que podemos llegar a un acuerdo y juntar fuerzas para ir navegando, otras muchas solo hacen más turbia la lluvia y represan los planes por esa presión en el estómago de no tener a dónde ir. 

Indagar de ellos no es tan fácil, a veces la ilusión hace que se me pasen por alto y no los logre alcanzar para darles su merecida merienda, y que luego no lleguen a refunfuñar en el peor de los momentos. 

Aspiraciones que se convierten en miedo, sentimientos que deben entenderse, dolor que se hace miedo y silencio desarmado. 

Lo que no siempre pudo verbalizarce y queda por repasar para agendar una cita siendo nuestros propios mentores, el principio es tan solo el principio, pero quizá sea la puerta para seguir saliendo a flote. 

Seguir amando el abrazo aunque este nos tomé quizá un largo e incierto tiempo, una charla de rompecabezas con ellos y un brindis por sus latidos para empezar. 

Son todos esos caminos por los que quiero andar pero que se alejan porque no se cómo alcanzarlos, ver como quienes amo van cerca a ellos y yo voy solo permaneciendo en el mismo lugar, son esas metáforas, sin parábolas, sin fábulas y esas baladas de amor después de los rotos corazones. 

Saber del silencio insistente y de la fuerza que debo recuperar del alma, esa tercera persona detrás de la que no me quiero esconder.

Sentirse cómo en un cara y sello donde la apuesta va perdiéndose, un no se donde estoy ni que haré archivado en la biblioteca que quiere partir tan solo a dormir.