Entre un segundo y otro.





Nunca había escuchado tan contundentes palabras, las únicas que podrían justificar el auténtico deseo por alejar la melancolía...

Pensaba que era parte de mí, pensaba que era como un brazo quizá como un espejo, pero resulta que esas palabras neutrales tenían razón...

No tenía nada... yo no era nada... como un náufrago que perdió sus maletas, así somos si lo pensamos casi sin pensar, es nuestro presente y nada más.

No tengo una roca en mi cabeza ni un tatuaje implantado en el alma que diga que todas aquellas lágrimas deben vivir siempre conmigo.

No tengo porqué llevar un lastre de requisitos de todo aquello que los demás deban cumplir para hacerme feliz...

Tengo en mi el poder del papel en blanco, el poder de estar siempre conmigo. 

Yo soy mi único compromiso y el segundo que ocurre ahora es todo lo que tengo. 

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