EL DOLOR

Hoy es noche de fiesta.

La noche cae como siempre, no hay rincones vacíos, no hay lugares abandonados sin alguna alma, pero en cada una un vacío se posa tranquilo y feliz, lo es porque duerme el espacio necesario a llenar por el alcohol, el ruido o las drogas.
Como presagiando del futuro las nubes y el frio comienzan a ocultar la luna, como si un ojo omnipotente se cegara. El dinero de alguna forma pesa en el bolsillo y parece ser lo único tangible, pero tal vez sea el atisbo que sobrevive de mi prepotente conciencia o la dulzura la que aún habla con rencor de tal estío, que lejos de reanimarme, me vulnera.
Pido perdón a quienes me oigan afligida, perdón a quienes he robado la actuación, pero siento una enorme levedad en la tierra, los ojos que antes albergaban fe ahora no acogen belleza, hay tantos que de hecho “conozco” y no amo, que ensucian mis palabras y las suyas, que son tantas y tan pocas…
La noche es joven y hay que celebrar, lo último que importa es el motivo, y no acuso a las mayorías, los acuso a todos, me acuso a mi. Es el instinto de supervivencia el que nos incita a abofetear nuestra pequeñez de no poseer, aunque sea en realidad un don esa falta para aguardar y buscar.
No siempre queremos tener, por eso en el lapso entre razón y evasión, casi siempre optamos por rebozar nuestra naturaleza, entrando a un estado aletargante, inmersos en un fluido espeso, donde nada es trascendente y los sentidos acosados por las músicas ajenas se olvidan de su propia voz.
Yo me angustio entre vicios, el de vivir y el de amar, o el de pasarlos por alto, veo a mi alrededor y una neblina oscura donde solo estoy yo, nada me altera realmente, ni la compañía, ni el frenesí del arquetipo del artista que lleva su vida con desorden me repliega, entonces caigo y me doy cuenta que esto no es arte, que no es bohemia, no es amor y con dificultad llega a ser distracción. Quisiera entregarme a la ceguera, pero experimento la resaca de antemano y un grito casi ahogado en mi dice que algo no anda bien.
No es suficiente vivir como agradecimiento a quienes te aman por las circunstancias, con el sometimiento de dar lo que se recibe. Pero no basta retraerse al fin, porque irónicamente mis recuerdos traen a la mente el consuelo de la felicidad, me conecta con el prejuicio de tenerla algún día, y de hacerlo tendiendo la mía hacia la de alguien más.


¿Por qué te di mis llaves?

Recuerdo que eras apenas un recuerdo, te percibía casi sin nombre propio, eras una sonrisa casual, tomaba sólo unos segundos dejarte de observar. Tu respiración no era cuestionada, tus palabras aún no eran juzgadas y aún tu aroma no se suspendía en la memoria.
Todos los significados estaban aún atados al formalismo enciclopédico, las horas seguían siendo tiempo, tus ojos seguían siendo un órgano nada más, tu voz aún era el juego del aire en tu garganta, y yo seguía ocupando un lugar en el espacio.
Mas tenue fue el día en que todo cambió, ¿pero como decidí perder tal seguridad?, ¿Cómo escogí no decidir por mí, si no acompañarte a vos? ¿Cómo me perdí buscándote?
Ahora es solo un consuelo tratar de corregir el metal ya oxidado, me ofrecí voluntariamente a entrar en el laberinto, pero aún así no puedo salir, dime tú como salgo hoy que nada marchó bien, hoy que todas las alas perdieron su plumaje, dime cómo hago para no regresar sola del viaje, dime en que dirección quedo mi cuerpo.
Yo quise sentirte de algún modo, tener compasión de ti; sentir tus miedos y amar tus alegrías, yo quise darte el boleto de entrada y dejar sin fecha tu partida, pero tomaste sólo el boleto de salida, explícame porqué las noches pasan sin respuesta y yo duermo como un simple alagó.
Recuérdame en la lista de alguna morgue de tu corazón, pero no me provoques a volar a ras del suelo y estar tan lejos del cielo, sé mejor y dime cuál es tu color en el juego, sólo dímelo para confirmar la devolución de la razón, solo habla, para hacerme a la idea de cargar con la orfandad de haber encontrado lo buscado, sin poderlo celebrar.
Aparece y se tajante para que vuelvas a ser solo un hombre, y me des las llaves para entrar a una casa donde no pueda entrar sin ellas, porque nadie mas espera por mí.



El nuevo complejo de Peter Pan

Acostumbrarse a andar es acostumbrarse a olvidar, es igual que aprender a hablar, es tener la opción de mentir… acostumbrarse a seguir es tener expectativas por la esperanza de encontrar un día la seguridad de la “verdad”, mas por ser segura que por ser verdad. Acostumbrarse a crecer es también condenarse a olvidar y dejar las cargas para aligerar el paso.
Que dilema es poder olvidar lo que se amó y los lugares donde se vivió, que difícil es abandonar la certeza incomportable en la serenidad de aquello que ya pasó por el cambio a un camino oscuro y desconocido de días inexistentes, un futuro de puertas cerradas, de ensayos maltrechos, de intenciones malogradas, de suspiros que ya no nacen, una madurez fermentada por el alcohol.
Me quiero rehusar a asumir un mundo sin padres, donde ya no encuentro la mano que me sacaba de la multitud en medio del ajetreo de las voces bajas, de las personalidades altas en teoría formadas, como cuando caminaba con ellos por la calle.
Que raro es dar el paso de definir el amor, cuando se deja de ejercerlo, ama más un niño, que no predica que ama. Yo amé más a mis padres cuando no recorría sola la ciudad, luego aprendí a consentirlos para que me dejaran salir a recorrerla, en esta vez huí de ellos.
Quisiera tener el complejo de Peter Pan, para no dimensionar lo absurdo de no crecer, quisiera no sentirme tan mal por querer vivir soñando, por ser una inconsciente, quisiera no sentirme tan mal por desear no haberme dado cuenta de la temporalidad de amar y de su saldo de costo beneficio.
Se ama más cuando no se sabe qué es amar, cuando su nombre no es el único aliento de su regocijo, porque cuando se busca no se puede ver, y cuando se espera, la paciencia envejece las piernas para correr detrás de el y espesa la sangre, que ya no corre de tantas heridas que ha cicatrizado, se ama más cuando no se saben las consecuencias de su olvido y se nombra menos cuando más se hace.
Porque el amor puro no se espera, es ingenuo como un niño, llega sin ser preconcebido y se va cuando lo atrapamos en un nombre y lo dejamos de sentir.


Lágrimas negras

El disfraz de hoy es el disfraz de mi misma, de la persona que quiero ser, un ideal decoroso con un tesoro cualquiera siempre en mente.
En realidad ¿Quién soy? Y tu ¿Qué máscara eres? Yo tal vez estoy disfrazada del sueño más cuerdo y mejor planeado con todos los sentidos, en abstracción consiente de la mente, pero aún así solo un sueño, solo soy la yerta realidad con miles de filtros, con miles de obstáculos, con miles de sombras y ruidos, quizá soy lo mismo dicho de otra manera.
Duele saber que el onirismo es igualmente un deseo puro de la razón. Como seca el alma no saberse sueño ni razón, entonces lo único parecido a la esencia es parecen ser las lagrimas, que se llevan consigo la distracción del maquillaje.


Casi un nudo ciego

Estoy distraída por sonidos ajenos a mí y tratando de hallar metáforas en todo lo poco que hay, estoy sola esperando la noche y el sueño de los demás para poder hallar con más claridad el hoyo en este tiempo nulo sin movimiento, que empaña mis fuerzas.
Estoy ligeramente sentada en una cama que no me llama a dormir, el insomnio me trae aromas aleatorios y frases que no tienen el menor sentido. Estoy sentada aferrada a un papel viendo al suelo, esperando el frío y la lluvia de la que todos huyen, el instinto quiere disfrazar de instantes los dolores que le llevan tiempo.
Yo intento apaciguar el latido de lo inerte en la periferia, de cada objeto que me rodea.
Estoy alejada de toda sustancia, de toda materia, entre sincera y coherente trato de erguir historias mas veladas como un ardid, un simple intento de algo que simplemente no conozco, solo para superar el más griego de los temores, ese miedo al vació.
Sin embargo no quiero perder la coherencia que me queda, no quiero deshilar la vida que cargo escribiendo inventarios cuantitativos reiterados de aquello que se
ausenta solo para llenar la noche, no quiero agotar los sinónimos para decir lo mismo, quiero dejar de escribir mis deseos y tomar la vida como venga, así no venga.
Aún así el temor sigue y un nudo del silencio se posa en la garganta, entonces será mejor no afanarse por gritar sin tener primero algo por decir.

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