La mil veces llamada esperanza




Hay palabras que nos cuesta escribir con nombre propio, hay palabras que se borran de nuestra memoria para dar tiempo a la fuerza de la continuidad.


Hay lugares, hay hogares... Hay anhelos, hay ganas que divagan, impulsos translúcidos y sueños que se van atenuando...


Hay ideas que pasan como nubes, aunque quisiéramos enjaularlas en el texto... 

Hay cosas que quisiéramos que fueran simplemente cosas, que fueran solamente como son, que no existiera el deseo de apartarlas de su realidad, que no surgiera más idea ni expectativa de ellas... 

Bailando en medio de nuestra alegría y de nuestras metas, se cuela un pedacito de espera... Y ese pedacito de papel en blanco que olvidamos o que cambiamos este par de años por paciencia o por melancolía también se llamaba esperanza... Y aún divaga por la memoria que guarda nuestro espíritu aquella idea.


Pensabamos saltar de alegría al ver esa luz que veíamos tan lejana, pero también pagamos muy altos precios...

Sin embargo celebramos una gota de esperanza, al menos vamos recordando su universal significado. 

Solo podríamos esperar y redundar en el amor... Ese que siempre aparece al final, pero que nos salva la vida. 

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